sábado, 28 de junio de 2014

Mi pequeña cumple un año


Querida Amelia,
¡Es tu cumpleaños! Yo estoy muy feliz: en estos doce meses nos hemos convertido en las mejores amigas, compañeras de juegos, cómplices de viajes, y por supuesto en madre e hija, algo que vamos practicando todos los días y que cada vez hacemos mejor.
Tú, seguramente, no vas a acordarte de estos doce meses, pero yo creo que el amor y la confianza que hemos cultivado van a quedarse contigo siempre, y espero que siempre los tengas en tu corazón. No sabes lo feliz que me hace mirarte crecer, en eso creo que soy privilegiada, porque no me he perdido ni un minuto, ni un llanto, ni una sonrisa, ni una carcajada. Es genial mirar como prestas atención a los detalles del mundo que te rodea, como aprendes el mundo a la vez que vas inventándolo, y como disfrutas la vida. Hay cosas tan simples que te hacen tan feliz: comer galletas, escuchar tu canción favorita o subirte a un columpio. Es maravilloso que cosas tan simples te arranquen sonrisas y carcajadas, ojalá nunca olvides que la felicidad está en esas pequeñas cosas.
Y ojalá tampoco olvides que quieres lo que quieres: usualmente, en el camino, solemos dejar que la mirada de otros dé forma a nuestros sueños, y a veces incluso dejamos de tener sueños propios por darle gusto a los demás. Tú eres una bebé que sabe lo que le gusta y puede expresarlo de muchas formas y no es fácil hacer que te conformes. Ojalá ese rasgo tan peculiar de tu carácter se quede contigo siempre. Ese es mi deseo para ti en tu cumpleaños: siempre tienes que ir por lo que quieres, siempre tienes que darte gusto a ti misma.
Feliz cumpleaños, Conejita.
Te ama,
Tu mamá.


viernes, 6 de junio de 2014

Pura vanidad


¿Por qué sólo el 14.4 por ciento de los niños de seis meses en México recibe lactancia exclusiva, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012? Es la pregunta que algunos se hacen, sobre todo después de que Oscar Ortíz de Pinedo, publicista del gobierno del Distrito Federal, se aventuró a decir que es por vanidad: “muchas mujeres por egoísmo (perder la forma de sus senos) no dan leche materna”. Así lo indicó en su cuenta de Twitter, y qué estudio, estadística, grupo de foco o charla de café le dio la idea de que es la vanidad, y no otra cosa, lo que hace que las mujeres decidan no amamantar a sus bebés, lo ignoro del todo. No dudo que haya mujeres que efectivamente estén preocupadas por su aspecto y opten por no amamantar, pero dudo que sea un número suficientemente grande como para justificar toda una campaña gubernamental al respecto. Y me atrevo a dudarlo porque estoy justo en esa etapa de la vida en que mis amigas, primas y conocidas están teniendo bebés, y no había escuchado esa razón hasta ahora.

Podríamos pensar, por un instante, que lo inquietante de la campaña es justamente que esas mujeres de la publicidad no hacen que una mamá cualquiera se identifique. Pero dejemos de lado el lugar común de la cosificación de la mujer, que a muchos hombres no convence porque les parece un recurso fácil con el que nos victimizamos las mujeres, aunque es un hecho innegable que la publicidad convierte a los sujetos (hombres y mujeres) en cosas que se pueden usar y desechar (racionalidad instrumental, que le dicen). En realidad, en el nivel más simple, lo inquietante es que se trate de una publicidad gubernamental de promoción de la lactancia, cuando que la decisión sobre esto es de las mujeres y nada más. La lactancia está rodeada de mitos (“es que no me baja la leche”), de tabúes (“es que me da pena en público”), de desinformación (“es que mi bebé no se llena”), y sobre todo de incomprensión (“es que duele demasiado”). Así como el gobierno no tiene por qué meterse en nuestras sábanas y obligarnos a usar preservativos, no puede obligarnos a dar la teta: son decisiones personales. Y la mejor manera de tomar buenas decisiones es estar bien informado, y eso, proporcionar información, sí debería ser prioridad de los gobiernos.

Entre las razones que sí he escuchado para limitar o abandonar la lactancia está el hecho de que no hay manera de que una mujer trabaje y sea mamá, sin tener que sacrificar algún aspecto de ambas cosas. En nuestro país, la licencia por maternidad es de sólo 42 días después del parto, si bien los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, la UNICEF o la Organización Internacional del Trabajo recomiendan entre 18 semanas y seis meses de lactancia, por los beneficios que la leche materna aporta al recién nacido. Por otra parte, la ley contempla que la madre lactante tenga dos recesos de media hora para amamantar, pero no he escuchado todavía que la ley promueva que las madres lleven a sus hijos a la oficina para poder amamantarlos, y francamente en media hora, ir y venir de y a la guardería es imposible. Una amiga me comentaba que tuvo que suspender la lactancia del todo porque no había manera de hacer entender a su jefe que necesitaba recesos para sacarse la leche, amén de que no había un lugar adecuado para hacerlo.

El gran problema de la maternidad y el trabajo es que sólo es un dilema para las mujeres y es injusto obligarlas a optar por una cosa o la otra, como si no hubiese posibilidad de una tercera opción. Como no parece posible que en el futuro cercano sean los hombres los que vayan a parir y dar la teta, el Estado tiene que intervenir, a través de la ley, que es el único igualador que tenemos. Leyes laborales más amigables con las madres, incapacidad por maternidad más prolongada, facilidades para la lactancia, son sólo algunas opciones. Que el Estado promueva la lactancia sin tomar en cuenta esas otras opciones, eso sí me parece pura vanidad.