miércoles, 30 de abril de 2014

Las niñas no son princesas


Hace un tiempo leí eso en algún estatus de Facebook: ni las niñas son princesas, ni los niños son lo que sea corresponde a su sexo (supongo que serán superhéroes). Ahora que tengo una niña, me parece que tengo algo qué decir al respecto, si bien es cierto que tengo una y no más, y es nuevecita, así que no tengo ninguna experiencia porque apenas estoy inventando esto de ser mamá conforme avanzo, pero en esto de observar y opinar no me puedo contener así que ni modo.

Encuentro el enunciado chocante. Si las niñas no son princesas, tampoco serán médicas, maestras, científicas, ni nada. A lo que voy es que estamos matando la imaginación. Dejamos a los niños frente a la tele y creen que los roles sociales que ven ahí, son el molde que ellos tienen que llenar, y por ejemplo he visto niñas de siete años que creen que su mayor problema es pintarse las uñas y comprarse ropa para gustarle a un chico, cuando, que yo recuerde, a los siete años mi mayor problema era que se había gastado el frenillo de mis patines y me iba a acabar de arrancar las costras de las rodillas si me caía otra vez. Ahora, los chicos se quedan con la gran niñera que es la televisión y creen que las cosas son como las ven ahí, que los roles son justamente como los presentan en la tele, sobre todo en esos programas pseudoadolescentes que ahora dominan los canales infantiles. Y es grave, además, porque los chicos no tienen todavía un criterio que les ayude a distinguir lo real de lo imaginario; lo que es de lo que no es. Pensar que se puede esconder la televisión para que los niños no la vean es irrisorio, pero ayudarle al niño a ver otras cosas, además de la televisión, y formarse un criterio, me parece fundamental.

He visto mucha gente que se lamenta de que en su infancia lo normal era pasarse la tarde jugando con los amiguitos de la cuadra. Así fue mi infancia también, y es cierto que ya no se ven chicos jugando en la calle, al menos no en donde yo nací y viví: la ciudad de México. Será que es así en las grandes ciudades. Lo triste de eso es que los chicos se pierden la oportunidad de imaginar, de organizarse ellos solos para un juego, de socializar sin la ayuda de los padres y, por supuesto, de estar fuera de cuatro paredes por un rato. Ahora, los chicos que no son afortunados, se quedan en casa con la teleniñera o si les va muy bien, con un videojuego; los que tienen un poco más de suerte, están toda la tarde en actividades como karate, fútbol, ballet, o música, aunque no sé si será que tienen suerte, porque en todas esas actividades son dirigidos por adultos que dicen lo que hay que hacer y no hay que hacer, que establecen lo que se considera correcto o exitoso, y tampoco en estas actividades dirigidas hay espacio para imaginar.

Por cierto, esa gente que se lamenta tanto, ¿por qué no se organiza con sus vecinos para montar guardias en los parques y plazas públicos para que los chicos puedan salir a jugar, ya que el argumento de muchos padres es la seguridad de los niños? Seguramente porque están muy ocupados siendo productivos, eficientes y exitosos en sus trabajos. No es por criticar: nada más lo apunto, porque criticar y quejarse es fácil, pero hacer algo, pues no es.

Por supuesto que hay princesas y principitos de carne y hueso. Yo conocí a varios que por la posición económica de sus padres tuvieron todo y de todo y al parecer nada les costaba trabajo y daban por hecho que papi y mami iban a resolverles la vida. Pero, ¿qué va uno a hacer? Creo que eso era parte de lo que esos chicos eran, y me parece que nuestra sociedad siempre es muy ávida para criticar la identidad de todo tipo, cuando en realidad todo juicio moral debería aplicarse sobre lo que la gente hace y no sobre quién es.

Me he extendido demasiado y sólo quería decir que me parece chocante que digan que las niñas no son princesas. Yo quiero que la mía sea una princesa, que sea astronauta o que sea una sirenita, que sea lo que ella quiera mientras ejercite el músculo de su imaginación. Que pueda imaginarse en un castillo en un país muy, muy lejano, no quita que tendrá que aprender a trabajar por lo que quiere. Pero creo que si los niños no tienen la oportunidad de imaginar, no serán adultos que puedan crear soluciones para los grandes problemas del mundo. Y los padres deberíamos saber que estamos criando adultos: la niñez es, apenas, un suspiro.

miércoles, 16 de abril de 2014

Colecho o no colecho


Amelia durmió conmigo, en la misma cama, los primeros cuatro meses de su vida. Un día la sentí dar vueltas como trompo chillador y me dio miedo apachurrarla, así que decidí que era momento de que se fuera a dormir a su cuna. La transición fue bastante pacífica, pues a ella le gusta dormir más bien desparramada, así que apreció el espacio. Sin embargo, todavía despierta un par de veces en la noche, y muchas de ellas termina durmiendo, de nuevo, en la cama con nosotros.

He leído muchas opiniones sobre el colecho (o no), sobre las técnicas para hacer que el bebé duerma sólo en su cama, sobre el desapego que tendría que haber con la madre, etcétera. La verdad, he leído demasiadas opiniones, y me queda claro que lo único que tenemos es eso, opiniones bienintencionadas sobre lo que una mamá, especialmente una primeriza, debería hacer. A fin de cuentas lo mejor que hay es el sentido común y lo que a cada quién le resulte práctico. Apegarse a una u otra postura es, me parece, cuestión de tranquilizar la conciencia, pues, ¿quién sabe el daño que en verdad le hacemos a los hijos si duermen con uno, si lloran en la cama, si les hablas, si no los tocas?

Así que, haciendo uso de mi mejor sentido común, que probablemente no es el mejor del mundo, me parece que esa mitad y mitad funcionan bien. Amelia pasa un rato en su cama y cuando lo necesita, se muda a nuestra cama. Vaya, decir que “se muda” es decir que me levanto a tranquilizarla cada que lo necesita, y cuando lo que necesita es más bien amor y comprensión, entonces la paso a dormir conmigo. ¿Para eso tiene madre, no? En fin que, creo que ya aprenderá a dormir toda solita, sin dar lata por las noches. Así que por ahora la disfruto, y me quedo con la idea de que esto de la maternidad, por muchas opiniones que encuentres, es un camino más bien solitario.

viernes, 4 de abril de 2014

Comida


Amelia ya llegó a los nueve meses: ha estado fuera y dentro más o menos la misma cantidad de meses, y en todo ese tiempo, no ha probado carne. Es una bebé vegetariana, grandota, sana y fuerte.

La recomendación de la pediatra fue hacer lo que hacemos todos los vegetarianos: cuidar el mix de proteínas, minerales y vitaminas para que no le falte nada. Si bien todavía es pequeña y adquiere la mayor parte de estos de la leche y la teta, es bueno que empiece a probar de todo, y por todo quiero decir frutas y verduras, que serán su alimento principal.

Una recomendación que me hizo la nutrióloga fue darle el mismo alimento por tres días, para observar posibles reacciones alérgicas. Esto, me indicó, lo deben hacer todas las mamás con sus hijos, precisamente para vigilar que lo que come no le haga daño. Y si, por ejemplo, una probada de algo le produce una mala reacción no necesariamente alérgica, como dolor de barriga o gases, es mejor esperar para introducir ese alimento más tarde.

Reacciones negativas en la familia ya hubo varias, pero yo me digo que de todas maneras, hagas lo que hagas, siempre habrá opiniones que indiquen que podrías hacerlo mejor. Yo, como toda primeriza, apenas estoy ensayando (y ensayando para nada que seguro Amelia es debut y despedida), así que ya me hice a la idea de que me voy a equivocar mucho, lo que no significa que no lo hago con mucho amor. (Awww).

Mi principal razón para criar a Amelia como vegetariana es la salud: por lo menos de parte de mi familia, hay historia de diabetes y cardiopatías. Me parece que la alimentación es clave para evitarlas, así que por lo pronto, empezaremos por ahí. Ya tendrá tiempo de opinar y decidir después, cuando se haga un criterio mínimo de estas cuestiones. Por lo pronto, la Conejita será veggie.